lunes, 17 de noviembre de 2008

Crisis ¿qué crisis?

A la misma hora en que Zapatero concluía su intervención ante el G-20, moría un joven tras recibir una brutal paliza en una discoteca de Madrid sólo por haber tropezado con la novia del "puertas" que le golpeó hasta la muerte. Horas después de que el Real Madrid hiciese el enésimo ridículo de la temporada, la joven vida de Alvaro Ussía, que tuvo la mala suerte de tropezar con una niñata enchulada, se extinguía para siempre.
Crisis, ¿qué crisis, pues?. ¿La económica o la social?. A mi me preocupa más la segunda. La de los números es cíclica, se repite cada cierto tiempo con mayor o menor virulencia. Si, me preocupan el Euribor, los precios de los alimentos, los tipos de interés y los miles de empleos que se destruyen a diario. Pero se que, en un contexto globalizado, la economía mundial oscilará, cual ciclista en etapas de montaña, por subidas y bajadas. Es lo que hay.
Crisis ¿qué crisis?. La segunda: la que preocupa a los miles de padres que pasan madrugadas enteras rezando para que suene el chasquido de una llave. Luego vendrá la segunda: con quién habrá estado, qué habrá tomado, cambiarán el y sus amigos en una discoteca tornando de buenos chavales a folloneros natos, me mentirá cuando me dice que va a tal sitio para luego escaparse a otro.
Crisis, pues, la de los valores. Valores como los del abuso de la fuerza. En una intervención policial, pegar un palo o sacar el arma constituye un fracaso, me repiten hasta la saciedad y con razón personas que saben más que yo de seguridad. Poner a la zorra a cuidar de las gallinas, es decir, al matón del barrio a vigilar el negocio, no suele tener buenas consecuencias. Y a las pruebas me remito.
La muerte de Alvaro Ussía constituye una tremenda putada para un chaval de 18 años y una pena inenarrable para sus familiares y amigos. Espero que sirva para algo: para que esa "titulitis" que se extiende por otros ámbitos de la vida llegue también a la noche, y podamos tener en la puerta a profesionales de la seguridad que infundan respeto y tranquilidad a quien se divierte en el interior de un local, y que no den miedo quienes se suponen nos tienen que proteger. Dicho lo cual, un apunte: hay miles de personas que se ganan la vida honrada y pacientemente controlando la seguridad en locales o poniendo copas. Que a ellos, que al menos en Ceuta son la inmensa mayoría, no los manche la escasez moral de los tipos que apalearon a Alvaro Ussía, alguno de los cuales, por cierto, tenía antecedentes penales.
A la niñata que originó la pelea, que distribuyan su foto para que Dios nos guarde de cruzarnos con ella. Y un aviso a navegantes: con Violeta Santander ya tenemos bastante. Es decir, que a ningún medio se le ocurra subirla a ninguna noria. Los periodistas también tenemos la obligación, como los porteros de discoteca, de saber medir nuestras fuerzas. Convertir en personajes populares a individuas conspiradoras, maquiavélicas y despreciables no es buen asunto, aunque "de" en pantalla.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Patria

La muerte de dos militares españoles en Afganistán, país perdido en mitad de ninguna parte y donde se esconde ¿? el fugitivo más famoso de la historia, debería conllevar la reacción lógica: la de desazón, pena y sentimiento de cercanía hacia las familias de nuestros uniformados. Alguno de ellos, como Rubén Alonso Ríos, era de mi edad, lo qué hace crecer la sensación de cercanía, que podría haber sido cualquiera de mis muchos amigos militares o yo mismo si hubiera sentido la vocación de las milicias como forma de vida.
Gloria y honor, pues, a nuestros militares fallecidos y qué el calor a sus familias no sea sólo flor de un día y dure más que el flash de una fotografía. Si dejan hijos, alguien deberá encargarse de que, además de la pérdida del padre, no se vean lastrados a final de mes. Qué algún día sepan que sus padres fueran héroes, y que la sociedad no les haga sentir como un lastre por el mero hecho de que su progenitor perdió la vida un mal día en montañas lejanas -¿eran estas, presidente Aznar?- y cumpliendo con su deber.
Lo que ya me parece lamentable sin ningún género de dudas es la politización del asunto. Ya hay comunicados y medios digitales que culpan al Gobierno de la Nación; no faltaron columnistas y tertulianas que hicieron cerrada defensa de los postulados oficiales, aún a fuerza de entrar en debate con familiares de militares fallecidos.
Claro que Afganistán es un lugar de guerra. Claro que nuestros soldados sabían a lo que iban. Claro que morir en acto de servicio es al militar lo que al pescador morir ahogado o al bombero quemado: un riesgo implícito a la profesión Pero ¿qué nivel de degradación estamos alcanzando los medios de comunicación y la política cuando hasta el cadáver de dos militares, el dolor de dos familias, es utilizado como arma arrojadiza? ¿No es bastante con asustar cada día a millones de consumidores, hipotecados hasta las cejas, con tal de desgastar al Gobierno o tratar de demostrar que se es mejor que la oposición?.
No, no basta. Si realmente tuviésemos una clase político-mediática en condiciones, seguiríamos hablando del precio del pollo, del pan, del preámbulo estatutario de Cataluña o de las reformas estructurales de la economía. Pero no. Tenemos muertos, sangre, drama, para debatir. Sigamos, pues. Mañana venderemos más periódicos y tirios y troyanos enaltecerán aún más a sus bases. Pero pasado nos olvidaremos, hasta la siguiente, que hay madres, esposas e hijos que no necesitan reproches que cansan al personal y corroen la democracia, sino unidad. Así, es como se hace patria de verdad. Y no arrancándola a trocitos para culpar al de enfrente.
Dos apuntes antes de terminar. Leo a Magis Iglesias que venir a Ceuta es arriesgar la vida en helicóptero. ¿Lo ha probado, presidenta?. Y el segundo: me llegó, me caló, el discurso de Pato Macián, madre de Miguel Gil Moreno, al recoger el Premio Convivencia. Se hablaba de los ojos de la guerra. Como cantara Nandi Migueles, que Dios los quiera.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Libertad

Con las palabras pasa como con el amor, que se gastan de tanto usarlas. En cualquier conversación, en cualquier informativo o periódico, escuchamos hasta la saciedad palabras que nos imaginamos qué quieren decir, pero a veces no nos detenemos en su verdadero valor o, incluso, en saber si la estamos empleando correctamente. Ejemplo: si la mayoría de la gente supiera que ínclito no es despectivo, sino que indica celebridad, seguro que dejaría de utilizarlo para desmerecer a sus enemigos.
Otro tanto ocurre con la palabra moro. Que moros somos todos los morenos nacidos entre Mauritania (tierra de morenos, para los romanos) y este confín del mundo. Es decir: yo soy católico, pero a la par soy moro, en mi condición de moreno que vino al mundo en la áfrica romana.
Luego están aquellos vocablos que usamos con un sentido positivo, aunque seguro que echaríamos el freno de mano de saber con exactitud lo que indica la Real Academia Española de la Lengua. Solidaridad no es buen rollito con el que pasa hambre, pena o frío. Tenemos dos acepciones: Unión de responsabilidades e intereses comunes, entre los miembros de un grupo o entre personas, etc. Unión a los intereses o causas de otros. Pero cuidado: cuando hablamos de solidaridad con un preso, es decir, en derecho, hablamos de una situación en la que dos o mas personas se obligan una por las otras y cada una por todas.
Y luego, la libertad. Libertad que, por si a alguien le interesa, es la facultad natural del hombre para obrar según su voluntad. Estado del que no es esclavo, o no está preso. ¿A qué estas palabras pierden parte de su belleza cuando nos acercamos al diccionario de la RAE?.
Con esta última me quedo. Se habla a diario de la libertad, de liberticidas, de libertinaje, de derechos, de más libertad. En España se usa esa palabra, con preocupante reiteración y ritmo creciente, para insultar y tachar de liberticidas e intolerantes a quienes no piensan igual qué nosotros. Y como yo no soy esclavo ni estoy preso, pero si me asomo con preocupación al patio de colegio en el que se están convirtiendo nuestras televisiones, ya estoy empezando a estar hasta los cojones -también viene en el diccionario, como plural de cojón- del uso que se le da por parte de determinados políticos y opinadores. Uno no es más libre, ni más defensor de la libertad por ser de izquierdas o derechas. Ya vale de que los columnistas de izquierda hablen de "libertad", "pluralidad", "democracia" para defender sus postulados, enfrentándose a otros de la derecha que hablan de "liberticidas" para definir a todo aquel que no sea neoconservador. Qué asco me da cuando, en base a la libertad de expresión, se insulta y se humilla al contrario. Qué pena me da que se hable de libertad y democracia sólo para lo que nos interesa, o para mantener leyes timoratas que derivan en que los buenos, que son los normales, se sientan cada vez más frustrados cuando encuentran sentencias irrisorias. Qué perversión del lenguaje y del alma, cuando creemos que la libertad sirve para hacer lo que a nosotros nos de la gana, y pensamos que aquellos que tratan de decirnos que nos equivocamos, pretenden acabar con nuestra condición de libertos.
Que hermoso idioma este. Cuanto talento destrozado por tanto político, periodista y ciudadano "lenguicida". La libertad, rodeo que va dando la cadena, no es de unos más que de otros. Salvo que queramos romperla, como el amor, de tanto usarla.

jueves, 6 de noviembre de 2008

La prohibición de los hombres anuncio

A don Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, se le ha metido entre ceja y ceja que por las calles de la Villa y Corte dejen de pulular hombres anuncio, afirmando el mandamás municipal que es un trabajo indecente y vejatorio para quien la ejerce.
A mi no es que me apasione ver a personas paseando por la calle envueltas en dos tablones anunciando tal desodorante o cual rebaja. Pero me disculpará Ruiz Gallardón si pienso que, en la lista de actitudes y oficios indeseables para el ser humano, difícilmente esta estaría en un puesto destacado.
Preocúpense sus señorías no sólo de los hombres anuncio: haganlo también de las mujeres que venden su cuerpo a cambio de unas migajas a plena luz del día y en céntricas calles de cualquier ciudad española. Y no lo hagan desde la óptica progre y chachiguay del "te vamos a ayudar" o "estamos contigo". Sean valientes. Legalicen la prostitución, que estas mujeres cotizen a la Seguridad Social, saquen a la luz el dinero y la economía sumergida de ese negocio y pongan condiciones para ejercer el oficio más antiguo del mundo. Condiciones como hacerlo en un lugar privado, alejado de los cascos urbanos. Porque a mi, que no soy padre, más que tener a una persona anunciando tarjetas móviles cartulina al pecho me preocuparía que a escasos metros de donde juegan mis hijos demacradas prostitutas, hembras antes que mujeres, ejercieran su profesión.
Preocupense sus señorías de los pisos patera. De como personas llegadas de todo el mundo, en busca de una vida mejor, trabajan dia y noche, en condiciones muchas veces irracionales, para pagar el dinero que les permitió cruzar el Estrecho o entrar en Barajas como turista para ser esclavos en plena urbe. No olviden, don Alberto y compañía, que eso si es un drama humano.
Ocupense sus señorías de los jóvenes que son contratados por horas, por culpa de las dichosas Empresas de Trabajo Temporal, a las que encima hay que pagar el porcentaje de la miseria correspondiente. Y échenle un vistazo a la justicia. A mi si me parece atentatorio contra la dignidad humana que a un padre le secuestren, torturen, violen y maten a una hija y lo quieran meter en la cárcel por denunciar fallos en la investigación, con mayor o menor acritud. Dénse, pues, una vuelta por Valencia y pregunten por Fernando García Mediano.
No me gustaría ser hombre anuncio, lo confieso. Pero si ese trabajo es honrado, cotiza y permite subsistir o ganarse un dinero extra a quien asoma la cabeza entre ofertas de mortadela y lencería femenina, no tengo nada en contra. Por cierto, si prohibimos los hombres anuncio, ¿qué pasa con Fernando Alonso, David Meca, Rafael Nadal y un largo etcétera de deportistas que lucen infinidad de marcas comerciales hasta para ir a tirar la basura?.
Por cierto ¿alguien ha hablado con los hombres anuncio?. Algo tendrán que decir.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Un asiento para Rose

La historia y la vida la cambian los pequeños detalles, los héroes anónimos. Hace más de cincuenta años, Rose Parks decidió que ya estaba bien de levantarse y ceder su asiento al primero que entrara en el autobus por el mero hecho de que ella era negra, y por tanto, condenada a vivir en un escalón inferior en la sociedad del siglo XX. De no haber fallecido hace tres años, la imagen de esta costurera de Alabama hubiera sido la más buscada, casi la más llevada a portada, de una noche aún reciente pero que ha entrado por derecho propio en la historia del mundo.
Porque aunque los estadounidenses han demostrado nuevamente que cualquier pueblo es mejor que quien lo gobierna y que, por tanto, no se trata de elegir entre negros y blancos sino entre una opción y otra, que nadie piense que el color de la piel de Barack Obama no ha influido en el resultado de las elecciones. De no haber sido negro, un negro aspirando a gestionar el penoso legado del último emperador, posiblemente estas elecciones hubieran pasado desapercibidas.
Hace un par de años tuve la ocasión de asistir a una misa en Harlem. Era una pequeña iglesia, ubicada a apenas unos pasos de la parada del metro. Nada más llegar, un hombre negro -porque de color somos todos- cogió al grupo de blancos y nos puso en un lugar apartado. Fruncí el ceño, creyendo que me discriminaban por ser blanco. Ignorante, me llamé a mi mismo, cuando al girarse el coro hacia nosotros me di cuenta que nos habían ubicado en el sitio de honor precisamente por no ser negros. "Algo debe estar cambiando aquí", pensé. Sensación que me confirmaron, en una cafetería aledaña a la pequeña iglesia, cuando me contaban que esa calle sólo unos años antes era poco menos que intransitable por mor de una devastadora delincuencia callejera con grandes tintes, entiendo, de recelo mutuo.
Estados Unidos ha votado, y esta vez la decisión de la mayoría de norteamericanos ha sido respaldada con un suspiro de alivio y una sensación de alegría por los cuatro costados del mundo. No somos tan ingenuos como para pensar que Obama nos va a dejar un mundo exageradamente mejor que el que se encuentra. Me conformaría con que ordenase mínimamente los mercados financieros o hiciera un par de gestos de cara a devolver una cierta normalidad a las relaciones con Europa, Sudamérica y el mundo islámico. Barack Obama no va a poder acabar con la pobreza, porque seguirá habiendo guerras olvidadas y porque es mucho el trabajo y lastre acumulados para que un sólo hombre en ocho años sea capaz de dar la vuelta a la tortilla. Pero ya ha conseguido algo: que dejemos de mirar a EE.UU como el galgo terrible que pintara Pablo Neruda y lo concibamos como una nación reflexiva, cercana, capaz de dar un giro al volante cuando se da cuenta de que vamos derechos al acantilado. Cambiar la imagen propia cuando es nefasta es un primer paso si de verdad se quiera un futuro mejor. Y quien sabe si, el padre de quien presida España a la vuelta de una generación, no llegó en patera o a trabajar bajo una lona en El Ejido. Cincuenta y dos años después, tras injusticias, asesinatos, sectas organizadas y apaños, un hombre desconocido hasta hace unos meses ha conseguido que el mundo entero se siente en el asiento de un vetusto autobús. En el asiento de Rose Parks.

martes, 4 de noviembre de 2008

Crónica de un aniversario

Yo no se si es que vinieron porque se les acababan los buquefaros, porque la colonia de Spiderman para Froilán estaba más barata en San Pablo que en los alrededores de Zarzuela o para obligar a Juan Luis Aróstegui a ponerse chaqueta y corbata, abriéndole asi a la canallesca y los políticos un campo inmenso de choteo y cachondeito con el lider político-sindical-docente. El caso es que tras toda la vida escuchando leyendas urbanas sobre su ausencia -"el Rey viene de incógnito por aquí", "el día que venga nos entregaran a Marruecos", etc- no solo vinieron, sino que ya hace un año.
Un año en el que la vida no le ha sido precisamente más fácil que antes a la Familia Real. En los últimos meses, el Jefe del Estado se ha tenido que encarar con Copito de Pimentón mientras las críticas hacia Letizia Ortiz y la Monarquía han alcanzado un nivel inimaginable para una familia intocable hasta hace unos años. Ahora se suben a la noria -si, con segundas- personajes como Peñafiel o Anasagasti, oliendo el uno a rancio desde kilómetros de distancia y el otro tildando de vividores a la Familia Real. El txiquco del pelukin hablando de vividores. Habrase visto.
Y ahora, las confesiones de la Reina. No comparto mucho de lo dicho por Doña Sofía, pero, en serio ¿alguien esperaba que dijera lo contrario?. Los Reyes de España son personas de misa casi diaria, de una generación a la que pillan con el pie cambiado ciertos cambios sociales. ¿Qué esperaban, que dijeran que van a ir al Orgullo Gay, que para adelante la eutanasia, con un par, o que no debe enseñarse Religión y si sudokus?. Por cierto: determinados lideres de la comunidad gay debieran pensar que este colectivo, cuyos derechos respaldo, también tiene que saber aceptar la crítica. Y más si, como es el caso, no se ha hecho de modo irrespetuoso.
En cuanto a la visita en si, quedan la imagen de una ciudad que por una vez se mostró al mundo tal y como es. Me es indiferente si hubo más o menos personas de un credo o de otro, puesto que fue quien quiso y también hubo mucho cristiano que se quedó en casita, sin que nadie se preguntara por qué. Y me hubiera gustado ver la carita de Máximo I el Civilizador y de determinados individuos que hablaban de la "inminente entrega" de Ceuta y Melilla por parte de Madrid a Marruecos. Me son vomitivas, por enfermizas, ciertas opiniones en el sentido de que "el Rey no dice que Ceuta es España porque no le deja ZP para no molestar a Marruecos". El otro día se me murió el canario, que era de 1995, y me caí al suelo tras tropezar con el borde de la acera. La culpa, evidentemente, de ZP y Letizia. Oye, y aunque solo sea por aquello de tocar las narices -verdadero deporte nacional junto al sillonbol y al siesting- ¿para cuando los Príncipes?.

jueves, 30 de octubre de 2008

Que me detengan

"Que el mundo fue y será una porquería, ya lo se", cantaba Carlos Gardel en una de las piezas que mejor han retratado la miseria humana, como era Cambalache. El tango, escrito en 1935, ofrecía verdades tan aplicables a hoy como estas: "hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor,ignorante, sabio, chorro,generoso, estafador".
Julián Felipe Muñoz Palomo, ex alcalde de Marbella ha salido de la cárcel y pasado mañana se pavoneará delante de millones de espectadores, ávidos de sangre y miseria humana como corresponde a una buena sesión del circo romano en el que se ha convertido parte de la parrilla informativa. Lo triste es que Muñoz no comparecerá para tirar de la manta y ayudar a la justicia, o no intentará ofrecer una explicación razonable a la fuga de capitales de lo que otrora fue un humilde pueblecito de pescadores con un casinito y que se ha convertido hoy en la Babel de la Costa del Sol. Lo triste es que hablará de la Pantoja y de los malos momentos que ha pasado en la cárcel.
Eso es lo triste. Lo patético es que hay televisiones dispuestas a pagar cantidades oscilantes entre los 60.000 y los 400.000 euros, según la fuente que se consulte. Da lo mismo: el caso es untar a un chorizo para que nos cuente lo mal que lo ha pasado en la cárcel.
Tengo treinta años, y como millones de españoles de mi generación, me quedan otros cuarenta de trabajo ininterrumpido para poder pagar a una entidad crediticia una cantidad como la que el tal Muñoz se embolsará este fin de semana o como Violeta Santander, el Dioni, Farruquito, Rodríguez Menéndez, y demás ganado. Me siento feliz, porque me gusta lo que hago, pero a la vista del Hossana mediático perpetrado en torno al personaje, me entra un complejo de imbécil de agarrate y no te menees. Tal vez debiera entrar en política, aprovechar mi cargo para enrollarme con una famosa, trincar toda la pasta del mundo y dejar de comer en la cárcel para tener un aspecto delgadito y dar pena, para que alguien me buscase un "trabajo" y que me den un tercer grado con el que poder pasearme por los platós de televisión. No, no lo voy a hacer, porque aunque les pueda parecer tonto del culo, creo que una de las cosas más bellas de la vida es acostarse por la noche y dormir de un tirón. Pero, por si acaso, que alguien le de mi móvil a Ana Rosa Quintana o Jordi González.