martes, 21 de octubre de 2008

El tocino y la velocidad

Entre crisis financieras que han derivado en la cruel ironía de que ahora somos los ciudadanos los que prestamos dinero a los bancos y noticias políticas de tanto calado que no recuerdo ahora ninguna, los últimos días si que han dejado un par de acontecimientos dignos de analizar. Y, sobre todo, determinadas actitudes en torno a ellos.
Me refiero al barco del aborto y al bebe-medicamento. La Iglesia ha montado en cólera, catalogando ambas como algo antinatural, poniendo la voz de alarma porque el hombre está intentando emular al Creador.
La Iglesia ha sido coherente, lo que no quiere decir que tenga razón. Es coherente a la hora de exhibir el evangelio contra muchos avances científicos, como es el caso del bebé nacido en Sevilla, puesto que en esas llevan desde siempre. No ha faltado quienes se pregunten donde está el límite en los "bebés a la carta". Precisamente, y en mi modesta opinión, en casos como el de Javier. Nacer para vivir y dar vida. ¿Habrá algo más arraigado en la conciencia cristiana que el derecho a la vida?. Justo ahí. Lo de elegir el color de los ojos o pelo, el sexo o el parecido me parece, como mínimo, una frivolidad.
En cuanto al barco del aborto, no las tengo todas conmigo a la hora de discrepar con el clero. Podría entenderse como un desafío a leyes restrictivas y/o represoras en otros países, pero precisamente España es un Estado donde el aborto está cada vez más asumido y con textos legales más tolerantes. Por tanto, lo de colocar un barco enfrente de Valencia para una especie de "barra libre" abortista también me parece una frivolidad. El aborto puede ser una solución para según que casos, pero entiendo que siempre dolorosa. Y más en según que mes de embarazo. Es decir: debe ser un último recurso, no una primera opción para aquellas mujeres que, precisamente en estos tiempos, no saquen a tiempo el paragüas para evitar el chaparrón. Colocar un barco en aguas internacionales, para hacer bandera del feminismo, frente a las costas de un país bastante liberal en este aspecto, da una imagen de ilegalidad, de tocada de narices, de ansias de notoriedad, de que algo queremos ocultar. Si se mezcla una cosa con la otra, acaban confundiéndose la velocidad y el tocino, dar vida con impedirla y el capricho con lo imperioso.

No hay comentarios: